Aún con el regusto de la euforia acumulada, cerramos una temporada inigualable. Era difícil imaginar semejante celebración para el 80º aniversario del club.
En estos tiempos de sublimación del éxito, el brillo de las copas todo lo nubla y termina por eclipsar lo que verdaderamente importa. Pero en este mes de mayo, además de la extraordinaria cosecha de logros deportivos, en Cisneros tenemos, por suerte, otros importantes motivos de celebración.
El domingo 21 de abril el primer equipo viajó a Valladolid a disputar la eliminatoria de cuartos de final de División de Honor contra el VRAC. En el Pepe Rojo una nutrida y jaranera grada colegial acompañó al equipo y lo empujó hasta las puertas de la épica. Tras el final, sobre el siempre amargo sabor de la derrota, prevalecía el orgullo de unos y otros, jugadores y grada, por sentirnos todos parte de algo, intangible y etéreo, sí, pero algo que, sin duda, merece la pena.
El sábado 4 de mayo la final del Campeonato de España Sub23 congregó de nuevo a esa gran familia azul y azul. La grada disfrutó del juego de nuestro equipo y de la solvencia con la que despachó la final para reeditar el título de campeones de España. Al terminar, sobre la hierba del Valle de las Cañas, por encima de la felicidad por el logro deportivo, sobrevolaba un indisimulado orgullo por el equipo y por el gran juego desplegado. Era un triunfo del que todos nos sentíamos parte.
Al día siguiente, el domingo 5 de mayo, el ZETA jugó la final por el ascenso a División de Honor B. Sin tiempo para recuperarse de las celebraciones de la víspera, nos volvimos a juntar en buen número en la grada de las Terrazas para acompañar y empujar a nuestro segundo equipo hacia el ansiado ascenso. El partido fue malo, de los peores del año y se decidió en la última jugada. Cuando Gabas posó en la esquina, todo el Fondo Azul, con chavales del primer equipo, del Sub23 y de la academia, saltó al campo para celebrar un logro que, de nuevo, era importante porque era de todos.
El sábado 25 de mayo, de nuevo en el Pepe Rojo de Valladolid y en uno de los mejores partidos que se les recuerda, nuestro primer equipo femenino se impuso a Eibar con una excelsa defensa y logró el ascenso a División de Honor. En la grada, de nuevo, una nutrida representación de jugadores y familias del club alentaron al equipo con cánticos y banderas y lo sujetó cuando más falta le hacía, cuando flaqueaban las fuerzas y el ascenso se deslizaba por ese incierto filo del azar. Al terminar, exhaustas y eufóricas, las chicas incorporaron al parabá a los dos equipos Sub16 que, con motivo del campeonato de España de la categoría, estaban en Valladolid y decidieron dedicar su tarde de descanso a acompañar y alentar a nuestras chicas en su día más importante.
Ese ingrediente intangible y etéreo que nos congrega, que nos lleva a compartir esfuerzos, logros y fracasos, es el orgullo de pertenencia, el hilo conductor de estos 80 años de historia y el motor que mueve esta loca utopía universitaria y amateur.
